Juegos de fútbol: Emilio Butragueño Fútbol

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Los videojuegos siempre han sido uno de mis pasatiempos favoritos, prácticamente desde que a los ocho años mis padres decidieran regalarme un Amstrad CPC 464. Y de entre mis juegos preferidos, estaban siempre los de fútbol. Actualmente es el flamante Football Manager el que mata mi mono de vieojuegos, pero ya son muchos los que he tenido la oportunidad de disfrutar – o sufrir – ya sea en ordenadores, consolas o máquinas recreativas. Por ello iniciamos aquí una serie de artículos sobre diferentes juegos de fútbol que existen o han existido en diversas plataformas a lo largo del tiempo. No se trata de un ranking de los mejores juegos, sólo una recopilación de títulos que por algún motivo fueron relevantes en mi experiencia como jugador, y seguro que para muchos de nuestros lectores.

Mientras los juegos de la actualidad buscan el máximo realismo basándose muy a menudo en los formatos del cine y la televisión, las limitaciones tecnológicas de las primeras plataformas de entretenimiento hacía que los gráficos, con los caracteres pixelados como protagonistas, fueran paupérrimos en comparación con los que podemos disfrutar hoy en día. Por ello, aquellos juegos se basaban en códigos iconográficos: en muchos, el usuario tenía que imaginar que esa cosa que se movía era un jugador de fútbol. Personalmente soy todo un fan de los juegos retro y muy especialmente los del Amstrad.

Y uno de los juegos de fútbol más populares de los ochenta fue el Emilio Butragueño Fútbol, (1988) que utilizaba el nombre del jugador más importante de España en aquel tiempo para presentar un juego que ofrecía algunas características novedosas para su época. Para empezar, fue uno de los primeros juegos que usó el scroll vertical y una perspectiva aérea, algo que si la memoria no me falla sólo el Kick Off había hecho antes. Además, fue el primer juego de fútbol en el que cada equipo tenía once jugadores – otros juegos solían prescindir de la exactitud numérica para adaptar mejor el arcade. También contaba con otro rasgo especial: Butragueño se distinguía del resto de los jugadores de su equipo, en este caso por su cabellera rubia.

El juego constaba de un único partido, que podía disputarse contra el ordenador o contra otro jugador, opción que sin duda se convertía en la mejor toda vez que vencer a la computadora se podía conseguir fácilmente con un poco de práctica. En mi caso llegué a aburrirme de ganar siempre los partidos por 9-0 (cuando se llegaba a esta cifra el juego se terminaba debido a que el marcador sólo estaba preparado para un carácter numérico por equipo) y el mayor aliciente era marcar gol con Butragueño, algo que el ordenador indicaba cuando lo lograbas. Otro reto era intentar marcar un gol “de chilena”: aunque en realidad el juego no permitía hacer chilenas, sí había una forma de lanzar el balón hacia delante mientras el jugador hacía el gesto de patear hacia atrás, algo que podía interpretarse como una chilena dentro de los imaginativos códigos iconográficos que comentaba anteriormente.

Aunque ahora pueda parecer increíble, los gráficos estaban muy avanzados para su época, fruto del esfuerzo de los programadores españoles que trabajaban en compañías como Dinamic o Topo Soft y lograron hacer algunos de los juegos para 8 bits con mayor calidad gráfica.

No fue, ni mucho menos, el mejor juego de fútbol que tuve la oportunidad de disfrutar, ni siquiera para el Amstrad, pero sí uno de esos de los que nunca acababas de cansarte del todo y siempre volvías a él, aunque fuera para echar sólo un partidito con un colega. Eso sí, si para ello estabas dispuesto a soportar la soporífera carga utilizando el casette.

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