Juegos de fútbol: Virtua Striker

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Entre finales de los noventa y principios del nuevo siglo, se iba produciendo un cambio en el diseño de las máquinas recreativas que a mí se me hizo especialmente rápido y duro. De repente, las salas de máquinas iban prescindiendo de los juegos más clásicos de estos con pantalla vertical, mando y tres botones a lo sumo para ir incluyendo grandes armatostes en los que podías pilotar aviones, conducir coches de rally, disparar a troche y moche…no eran los primeros juegos de este género (After Burner, Out Run u Operation Wolf son tres ejemplos clásicos del género), pero tenían en común dos cosas.

Una de estas cosas era el precio, más alto de las 25 pesetas habituales para instalarse en las 50 o 100 pesetas – para subir de nuevo con la llegada del euro -. Otro aspecto principal era que los juegos ya no se caracterizaban por su jugabilidad o espectacularidad, sino que tratan de buscar el máximo realismo. Mientras, nuevas y sofisticadas consolas amenazaban el sector de las recreativas.

Este fenómeno era conocido por los jugadores de forma un tanto exagerada como “máquinas de realidad virtual”. Siguiendo estas premisas, apareció el Virtua Striker que se convirtió en una exitosa saga en recreativas y consolas de aquella época como la Dreamcast. Personalmente yo sólo tuve la oportunidad de dejarme el dinero en la versión para recreativas del Virtua Striker 2.

Los gráficos impresionan al principio: realmente se había dado un salto de calidad gráfica muy grande, tanto por el detallismo como la cada vez más fiel reporducción de movimiento. Los músculos de los jugadores, el físico distinto de cada uno de ellos y su forma de moverse era realmente asombroso. Además, aunque en el juego no aparecían nombres, estaba claro por el físico y por su posición qué jugador intentaba representar.

El desarrollo del juego en sí no aportaba ninguna novedad. Puedes escoger entre varias selecciones nacionales y tratar de ganar la Copa del Mundo. Desde el primer momento que tomas los mandos, te das cuenta que el alto nivel gráfico no se correspondía en nada con la jugabilidad. Era francamente difícil pillarle el tranquillo a los mandos ya que la respuesta a tus órdenes era un poco lenta. Por ejemplo, como para calibrar la dureza del disparo debías dejar pulsado el botón hasta alcanzar el nivel deseado en una barra, si lanzabas un pase largo a un delantero en buena posición de disparo debías empezar a pulsar el botón antes de que el balón llegase al delantero, si no no te daba tiempo a disparar. Además al principio es complicado adaptarse también a la inercia de los jugadores.

Sin embargo no tardé en dominarlo con la práctica y a pasármelo con cualquier equipo. Marcar gol era bastante fácil, incluso nada más sacar y prácticamente desde el centro del campo, si estabas en la posición adecuada y con la potencia necesaria. Y es que, como decía un amigo entonces, los porteros del juego parecía que iban “fumados” y no paraban ni una. A algunas jugadas y goles sólo les faltaba la música de Benny Hill de fondo. Lo que sí era novedoso es que la máquina almacenaba en su memoria el gol más bonito del día, y lo mostraba al acabar la partida.

Para mí represento el símbolo de un cambio que aunque me aportó nuevas dosis de entretenimiento, no me emocinaban como los juegos de antaño. Al parecer a las salas de máquinas tampoco les reportó grandes ingresos, porque fueron cerrando una detrás de otra y ahora ya es hasta difícil encontrarlas. Desde luego la culpa la tienen las formidables plataformas actuales de entretenimiento doméstico. Pero, ¿a que molaría encontrar una sala con máquinas de las de antes, y echarse unas partiditas al Double Dragon?

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