Alquilar una película porno en los 80. Eso era una aventura de verdad.

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Ahora, con internet y todas estas moderneces, cualquiera puede descargarse las películas más marranas del mundo a través de la red y sin tener que dar la cara ante nadie, pero amigos, eso no era así en los 80, y si querías ver una película porno, tenías que ir al videoclub a alquilarla.

Y claro, ir al videoclub a alquilar una película porno suponía que tenías que dar tu nombre, tu carnet de socio, o hacerte socio, porque si no no te la alquilaban, eso estaba claro. Y también suponía que tenías que meterte en aquel rincón oscuro y apartado, a veces incluso separado del resto del videoclub con cortinas o paneles, donde estaban las películas porno. Y encima eras un menor, o sea que encima igual ni te la alquilaban, pero había que arriesgarse. y para rematar la faena, podías encontrarte con los vecinos alquilando “El lago azul” o, como me sucedió a mi, con 16 años, encontrarte con uno de tus profesores mientras llevabas la peli porno en tus manos. Eso sí que era aventura y no como ahora, que la gente se descarga 30 películas porno en un par de tardes. Aquello sí que era riesgo.

Básicamente, para alquilar una película porno en los 80 de forma discreta y siendo menor, había que hacer lo siguiente:

1. Convencer a algún amigo o ir tú mismo al video club a alquilar la peli porno, e ir al videoclub.
2. Entrar en el videoclub y deambular poco a poco por las filas de películas conforme te ibas acercando lentamente a la sección de porno. Cuando veías que los dependientes no te veían, te metías en la sección de porno.
3. Si ibas acompañado, cuando ya estabas dentro de la sección de porno empezaban las discusiones a ver que pelísula se cogía. Si ibas solo era más facil pero se pasaba peor.
4. Generalmente, aunque era optativo, cogías alguna otra película que no fuera porno y que además no pensabas ver. Así quedaba más discreto.
5. Con las películas en la mano, te dirigías al mostrador a alquilarlas. Este era el momento crítico, porque era justo cuando solías encontrarte con conocidos o la cola para alquilar era larguísima y todos iban a ver lo guarro que eras alquilando porno.
6. Te preparabas un par de explicaciones por si te preguntaban algo los dependientes o te encontrabas a alguien. Las explicaciones solían ser del tipo “No es para mí, es para un amigo mayor, pero le da verguenza” o, si eras muy arriesgado, “Es para mi padre, pero no lo cuentes, lo que pasa es que él no se atreve”, y mi favorita, y la que solía usar porque me parecía la más creible era “Hemos quedado 5 o 6 amigos para hacer una fiesta y con una peli de estas nos reimos un montón”. Lo sé, eran todas muy tristes, pero era lo que había. Lo peor era encontrarse conocidos cuando ya llevabas la película porno encima. Era violento, y despachabas a la gente lo más rápido que podías.
7. Llegabas al mostrador, sacabas tu carnet de socio y largabas las películas al dependiente, procurando que toda la atención se la llevara la película no porno, o sea que la ponías la primera. La verdad es que en mi caso nunca me pusieron pegas por mi edad siendo menor. Alguno se descojonaba un poco y en un videoclub del que fui socio 4 o 5 años y lo llevaban unas amargadas que eran madre e hija siempre me miraban como si fuera el tipo más cerdo del planeta, pero me alquilaban las películas.
8. Si todo había salido bien, salías del videoclub con tu película porno.

La sensación de triunfo si todo había salido bien era brutal: era como haber ganado algo, tenías tu película porno, eras menor de edad y habías burlado a la ley. Puede parecer exagerado, pero hay que recordar que en los 80 alquilar porno en un videoclub normal era típico de marranotes y había que echarle un par, porque muchos chavales no se atrevían. En aquella época solo alquilaba porno la gente muy mala y muy sucia y había que exponerse, no como ahora que todo es demasiado fácil.

Era una pequeña aventura, pero te ibas a casa más contento que unas pascuas. Seguro que todos los que han nacido en los 70 tienen recuerdos parecidos de esta costumbre ochentera que ya pasó a la historia: alquilar películas porno en un videoclub. Madre mía, que recuerdos… y que risas.

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