Juegos de fútbol: Goal 92

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Este juego solía estar en una sala recreativa que frecuentaba y no tenía demasiados adeptos; y eso que sobre el papel la maquinita atraía, ya que era de dimensiones considerables y constaba de cuatro controles, con los que se convertía en uno de los primeros juegos de fútbol que podían aunar hasta cuatro jugadores. En realidad creo que siempre que intenté la experiencia de jugar dos en el mismo equipo o dos contra dos, ya sea en este u otros juegos, lo más común es que la partida se convirtiera en un sinfín de reclamaciones de pase y de reproches de uno a oto jugador…

Los gráficos que presentaba este título eran bastante dignos, sobre todo los que representaban una imagen casi digitalizada de la “estrella” de cada selección participante, que representaba a los jugadores más destacados de cada combinado nacional de esa época. Entre los diversos “dobles”, podemos distinguir a Emilio Butragueño, Maradona, Paul Gascoigne, Rijkaard, Rudi Völler…

El principal handicap sin embargo, y el motivo por el que no tenía mucho éxito, era su poca jugabilidad. Aparentemente los movimientos de los jugadores eran fluidos y el control del esferico acurado; pero lo especialmente desesperante era intentar disparar, ya sea el disparo directo, el pase corto o el pase bombeado, porque para cualquiera de estas tres variantes, el tiempo que necesitaba el jugador para ejecutar el disparo era máximo y suficiente para que llegara un jugador contrario y te arrebatase sin miramientos la pelota.


Así, el juego se convertía en una sucesión de mamporros a diestro y siniestro tipo Hat Trick Hero (que daño hizo este título al fair play virtual), sólo que esta vez ni siquiera hay un árbitro cerca que te de el toque: todo está permitido: segadas, patadas voladoras…

Debido a todo esto el nivel de dificultad era considerable. A esto contribuía además una característica no muy común en los juegos de fútbol: el usuario controla totalmente los movimientos del portero: por lo que cada vez que un delantero se acercaba a tu área, debías estar pendiente de colocar el portero debidamente como si fuera de futbolín.

Un rasgo destacado era que en cierto momento del juego, tenías la posibilidad de efectuar una suerte de “superdisparo”, siempre que la barra que aparecía debajo del jugador estrella en cuestión se llenara del todo antes de que alguien te arrebatara el balón. Esta barra aprecía únicamente cuando el jugador estrella recibía el balón, justo después de haber marcado gol.

En cuanto a a música y los efectos, más que discretos: muy acorde con la sensación de pesadez que trasmite el juego: te sientes como si estuvieras disputando un partido en La Paz a las tres de la tarde.

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